Zapata en tiempos de pandemia

Hace 101 años, luego de encabezar una ardua lucha por los derechos de los campesinos mexicanos, Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, murió acribillado, a traición, por la mano del general Jesús Guajardo, en las puertas de la Hacienda de Chinameca, en su natal Morelos.
Corría el año de 1919. El mundo se enfrentaba a la pandemia de gripe española, que había comenzado un año antes y pronto se convertiría en una contingencia sanitaria sin precedentes, que cobró la vida de casi 50 millones de personas en todo el mundo. En nuestro país, el impacto social, político y económico de esta crisis se sumaba al de la Revolución, que tenía por delante dos años de lucha cruenta.
Hoy, México y el mundo atraviesan una nueva crisis de proporciones que — si bien son todavía incalculables — la situarán como una de las más profundas de nuestro tiempo.
En apenas unos meses, hemos sido testigos de una pandemia que ha rebasado por completo a los sistemas de salud que, hasta hace poco, eran el máximo referente de la ciencia médica, y ha azorado hasta a las economías más robustas del planeta. La verdadera crisis apenas comienza, nos dicen los expertos, y México no está exento.
Igual que hace un siglo, el mayor impacto lo sentirán quienes menos tienen. No estamos hablando solamente del acceso a pruebas, medicamentos, atención médica y hospitalización, que será difícil para millones de mexicanos. Se trata de un amago progresivo a mediano y largo plazos en todos los estratos de la economía, que ya afecta la cotidianidad de muchas familias; pero sabemos también que, en la forma de hacerle frente, se medirá nuestro compromiso y responsabilidad como sociedad.
Fiel a su estilo, el gobierno de México ha procurado estar en comunicación constante con la ciudadanía desde el inicio de la emergencia. Todos los días, a las siete de la noche, se hace un balance público de la contingencia y se dan a conocer las medidas que deben tomarse para disminuir sus efectos y riesgos.
El Presidente anunció, además, un nuevo paquete de apoyos — programas sociales y productivos, inversión en infraestructura y obra pública, estímulos a pequeñas y medianas empresas, y el retorno del IVA a contribuyentes — en beneficio de distintos sectores de la población.
Estas asignaciones pretenden amainar la crisis en todos los niveles de la sociedad, pero los más vulnerables tienen prioridad, pues los recursos llegarán primero a las personas que durante décadas han pasado de una crisis a la siguiente con ingresos por debajo de la línea de bienestar, sin vivienda ni acceso a seguridad social. Para estas personas la contingencia actual llega como un vendaval a afligir la lucha constante por mejorar su calidad de vida.
No es cuestión de restar apoyo a un sector de la población para dárselo a otro ni de demeritar las causas de un grupo social por engrandecer las del siguiente. Esa mentalidad ya ha probado desgastar nuestro tejido social por demasiados años; hoy necesitamos propiciar las condiciones para que exista igualdad de oportunidades. No unos por debajo de otros; sino todos juntos, lado a lado.
La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano coordina y trabaja de la mano de diversos sectores que deberán hacer frente a la crisis que se avecina. Específicamente, a través de las instancias del sector agrario, prestaremos apoyo y supervisión a la operación de los programas sociales y productivos de la administración federal destinados al campo, y que impactan directamente a ejidos y comunidades.
Desde que comenzó esta administración, el Registro Agrario Nacional y la Procuraduría Agraria ha atendido al 85% del total de sujetos agrarios del país; es decir, más de cuatro millones 600 mil sujetos agrarios han sido apoyados mediante la expedición de documentación agraria, la regularización y certificación de la propiedad social o la asesoría en materia jurídica y organizativa.
Ante la presente coyuntura, este sector redoblará esfuerzos para que los sujetos agrarios del país reciban con puntualidad y eficacia los apoyos del gobierno de México.
Estas medidas, cabe aclarar, no forman parte de la primera línea de defensa ante la crisis, que corresponde principalmente a instancias de salud y seguridad pública; sin embargo, no por ello serán de menor importancia en los meses venideros, cuando los desafíos que hoy sortea la salud pública los enfrente la economía, y nuestras poblaciones marginadas necesiten, una vez más, todo el apoyo que les podamos brindar.
Es por esta razón que hoy resuena la memoria de Zapata: sigue habiendo millones de mexicanos en situación de pobreza, desprovistos de los recursos necesarios para enfrentar los embates del mundo contemporáneo.
En esta época de crisis, el gobierno debe fijarse la misma meta por la que luchó el Caudillo del Sur y ejercer sus facultades en beneficio del pueblo: salvaguardando sus derechos y garantizando lo que es suyo. Es cierto que no estamos en plena Revolución, pero sí atravesamos un capítulo en la historia mundial que habrá de poner a prueba nuestros valores y dejar de manifiesto nuestras lealtades.
En este contexto, los grupos menos favorecidos deben ser reconocidos como agentes de transformación y su potencial para catalizar la recuperación del país en momentos complicados debe ser activado. Si hemos de salir de esta crisis fortalecidos — y no me cabe duda de que así será — , la manera de hacerlo es avanzando juntos, sin dejar a nadie fuera y sin dejar a nadie atrás.
Este artículo fue publicado el 18 de abril de 2020 en Excélsior